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¿Relevancia del G7 en el mundo de hoy?

¿Relevancia del G7 en el mundo de hoy?
  • equipo de manos Reflexión y gestión de expectativas con Ankara

“El G7 no funciona” sentenció, ya en 2008, el entonces presidente del Banco Mundial, Roberto Zoellick. Y este juicio sur la agrupación informal de economías industrializadas occidentales pareció, si acaso, extenderse y ganar en virulencia.

¿Hasta qué punto, en qué modo y manera, relanzar el G7 en el mundo patas arriba que vivimos? ¿Cuál eres relevante? Estas son las cuestiones a las que esta semana cumple, lector, contestador automático.

Con la realidad geopolítica cambiante de telón de fondo y el despli

egue de principios y valores como hilo driver, se siguió el pasado fin de semana la Cumbre de Líderes del G7 en la circunscripción del primer ministro japonés

Fumio Kishida

. Hiroshima es particularmente un símbolo de la devastación y el horror del armamento nuclear; hoy, advertencia ante la crucijada que enfrenta la humanidad. Es decir, la posibilidad -aún remota- de que Putin rompiera el equilibrio disuasorio mantenido desde aquel terrible final de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.

La lista oficial de asuntos a tratar, dominada -foreseeably- por Ucrania, consiguió (como es habitual) multitud de temas: cooperación en un “Indo-Pacífico libre y abierto” -eufemismo para designar el posicionamiento respecto de China-, arquitectura institucional de seguridad, energía, seguridad alimentaria y desarme nuclear (con subtexto de preocupación por los programas de Irán y Corea del Norte). Sin perjuicio de este elenco, se destacaban dos perspectivas: la defensa del orden internacional basada en el Estado de Derecho; y la proyección del G7 al denominado

“En Global”

.

Cuando nació la formación (inicialmente como el G6 -EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania, Japón e Italia-; Canadá sumaría en 1976) en respuesta a la crisis del petróleo de 1973, este foro de debate para temas económicos representó más del 60% del PIB mundial -rondaría el 70% en los años 80-. Hoy, esa cifra ha caído al 44%. En términos de paridad de poder adquisitivo, los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- ya van en cabeza con un 31%, frente al 30% del G7.

Durante el periodo algido del

globalización feliz

-tiempo en que la economía marcó la geopolítica- esta fue una pérdida de cuota interpretada como un descenso inexorable a la irrelevancia. En 2009, con el impacto de la crisis originada en Lehman Brothers y el deslumbramiento por la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín (primera manifestación planetaria de la batuta de

Xi Jinping

) muchas eran las voces que preveían el reemplazo de la estructura -a todos los efectos- por el más inclusivo G20 (que abarca a 19 países más la UE). El director del Fondo Monetario Internacional lo llamó el “G7 difunto”, y Obama anunció que sería sustituido permanentemente por el llamado a ser “foro principal de cooperación económica internacional”.

Pesado en augurios, el G7 siguió su ritmo, sin más incidentes que la expulsión de Rusia (incorporada en 1998 para configurar -efímeramente- un G8) tras su anexión ilegal de Crimea en 2014. Con el peso económico ahora centrado en el G20, asistimos tiene una renovación completa, una auténtica reinvención: ya para publicitarse como una reunión de las economías más importantes del mundo, para subrayar su carácter de democracias más industrializadas.

La irrupción en escena del 45 presidente de EEUU – la siembra de excentricidades típicas

trumpianas-

volvió a cuestionar el futuro del ente: por todas sus bravuconadas, recordemos cómo en 2018, Trump salió de estampida en plena deliberación y rétiró su firma del comunicado together por una discusión con Canada.

Pero con la llegada de Biden, el G7 pareció invertir tendencia y ganar envergadura. Lo vimos -en 2021- con el acuerdo de los siete ministros de Finanzas sobre el impuesto mínimo para empresas, que daría paso a pacto que suscribieron 136 países. El impulso se consolidó el 24 de febrero de 2022, cuando la invasión lanzada en Ucrania por la maquinaria

putiniano

catapultó la preeminencia del grupo, erigido en coordinador del apoyo en kyiv y las

sanciones contra el Kremlin

. Paralelamente, la importancia -y capacidad- del G20 está en el medio: la inclusión de actores fundamentales opuestos -como sus EEUU y China-, o la agresividad de Rusia, entorpecen la toma de decisiones. Resultado: un lamentable estado de disfunción.

Para preparar esta cumbre de líderes, y muy consciente de la reticencia de muchos paga en déarrollo a criticar la invasión rusa de Ucrania (abriendo la brecha con respecto al “Norte”/”Occidente”), el gobierno japonés emprendió, hace unos meses, una gira por el “On”. Kishida estuvo en Egipto, Ghana, India, Kenia, Mozambique y Singapur, mientras su ministro de Exteriores visitó Paraguay, Perú, Chile y Barbados.

De periplos, los japoneses concluyeron estos que “Occidente” no ha sido capaz de transmitir la perentoriedad de preservar el orden internacional vigente y los valores que lo respaldan; en palabra de un funcionario del equipo, “la democracia liberal no ha resultado lema de enganche suficiente”. Un número creciente de líderes sureños exhiben resentimiento y pesa en sus prédicas un menosprecio por una Europa acoquinada, y un Washington hipócrita y poco confiable. Y Tokio reseña que este planamiento se traduce en el fortalecimiento de las relaciones con Pekín, socio tenido por más estable y menos moralista.

Siempre que se invita, no hay sorpresas en que acudieran la República de Corea y Australia, por la trascendencia que da el gobierno de Kishida tiene una visión de “occidental” anclada -también- en el Pacífico y sustentada en los principios que se pregonan desde la corriente página web del G7: “[la agrupación] comparar valores básicos como la libertad, la democracia y los derechos humanos”.

La originalidad de la respuesta a las nuevas circunstancias geopolíticas se traduce en la presencia de los mandatarios de Comoras (por su presidencia de la Unión Africana), Islas Cook (presidencia del Foro de Islas del Pacífico), Indonesia (presidente de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental), Vietnam, Brasil e India (Presidente del G20).

Destaca el protagonismo de estos últimos dos, especialmente en el contexto de la aparición sorpresa de quien hoy simboliza, al más alto nivel, la lucha por la libertad que se desarrolla en las trincheras ucranianas. Concentró expectación -por la oposición de Narendra Modi a culpar o condenar a Rusia- la (primera) bilateral de

Volodimir Zelensky

con el mandatario indio, si bien las declaraciones de este último finalmente no marcaran ningún cambio de postura. En el caso de Lula, hay carga compleja que leer en la no reunion con su contraparte ucraniano (según el presidente brasileño, no acudió a la cita).

Más llamativa aún fue la sombra de Xi, líder autoproclamado “Sureño”; que aunque sin representación física en la cumbre, pespunteó todas las conversaciones del evento. Este ambiente cristalizó en las rotundas expresiones del Comunicado de Líderes (“Buscaremos enfrentar los desafíos que presentan las políticas y prácticas chinas contrarias al mercado, que distorsionan la economía global”; “Nos opondremos a las prácticas malignas, como las ilegítimas transferencias de tecnología o divulgación de datos”; “También reconocemos la necesidad de proteger a ciertas tecnologías avanzadas que se podrían usar para amenazar nuestra seguridad nacional”). Apenas un voto de “construir relaciones constructivas y estables” y el requerimiento de “cooperar” con el gigante asiático reflejaron la volunta d más apaciguadora de Alemania y Francia.

Pekín, por su parte, tardó poco en dar a conocer su desagrado, acusando al G7 -en lenguaje típico de

guerrero lobo

– de “obstaculizar la paz internacional, socavar la estabilidad regional y frenar el desarrollo de otros países” y motejando a EEUU de “verdadero coaccionador”. Asimismo, el mismo domingo, anunció que se prohibiría el uso de semiconductores del fabricante estadounidense Micron Technology en su

infraestructura crítica

.

El G7 ha probado la difícil coyuntura para recuperar y proyectar razón de ser. Pero, como bien ha identificado la diplomacia japonesa, precisamos atraer a otros actores. En concreto, de “Sur Global”. Su presencia en esta edición, en sentido literal y figurado -pues inspire el meollo de la reflexión-, es un paso decidido. En la declaración específica sobre resiliencia y seguridad económica, los 7 jefes de Estado y de Gobierno más la Unión Europea, proclaman: “Trabajaremos juntos para asegurar que los intentos de instrumentalizar (

militarizar

) las dependencias económicas, forzando a los miembros del G7 ya nuestros socios, incluyendo las economías pequeñas, a cumplir y conformarse, fracasarán y tendrán consecuencias”. es el fundamento de la pertinencia.

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By Juan Carlos Rodríguez Pérez

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