IHace algunos años, durante mis intentos anuales de promover la vacunación contra la influenza entre el personal de emergencia, un auxiliar de enfermería me preguntó sobre la obligación de vacunar. Si prescindimos tanto de que los cuidadores estén vacunados, ¿por qué no hicimos obligatoria la vacunación contra la gripe, sobre todo porque ella era joven y no temía nada? Y en el caso de que no fuera obligatorio, ¿por qué obligarla a vacunarse? Uno de los ejecutivos de enfermería la apoyó públicamente, diciendo que la vacuna lo había puesto más enfermo que la gripe y que ya no tenía la vacuna. De la transmisión a los enfermos, no había duda.
En el primer trimestre de 2021, la vacunación contra el Covid-19 pasó a estar disponible y es obligatoria. Habíamos pasado dos oleadas muy difíciles, con muchos muertos y enfermos, hospitales desbordados, dificultades materiales y organizativas. Estábamos entrando en la tercera ola. Había muchas preguntas sobre estas nuevas vacunas, incertidumbres sobre la protección y ya mucha desinformación. Cuando la mayoría de los cuidadores fueron a vacunarse, algunos optaron por no hacerlo. O porque se apoderó del miedo a los efectos adversos, o porque se adhirieron a las tesis, a veces excéntricas, que ya surgían en las redes sociales y en los medios de comunicación.
A menudo olvidamos que este no es el primer episodio. La vacunación contra la hepatitis B había causado una enorme desconfianza, ya en un contexto de «fake news» previo a la irrupción de las redes sociales. Pero, para usar las palabras de la Academia de Medicina: “Lejos de ser un atentado a la libertad individual, las obligaciones de vacunación que se aplican a los profesionales sanitarios son medidas preventivas imprescindibles para evitar la transmisión nosocomial de infecciones; admitidos por los cuidadores entre las prácticas destinadas a proteger a los pacientes (…)ellos traen honor a su profesión. » Cualesquiera que sean las razones, los cuidadores hemos roto con las obligaciones de nuestra profesión, en una desconfianza de lo que constituye una práctica médica basada en estudios y consensos científicos.
Situación de no retorno
Desde entonces, el virus ha evolucionado, los pacientes graves se han vuelto menos frecuentes y la Covid suele ser el desencadenante de otras patologías en pacientes frágiles. También ha descendido la tasa de reincorporación de profesionales, al mismo tiempo que el cumplimiento de las medidas de barrera. La Alta Autoridad para la Salud (HAS) publicó el 30 de marzo un texto incomprensible y sin explicación en el que recomienda “recomiendo encarecidamente la vacunación”, mientras se levanta la obligación de vacunación de Covid, difteria, tétanos y poliomielitis, pero se mantiene la hepatitis B. ¿Dónde está la consistencia y, sobre todo, por qué mezclar todo? También olvidamos que la recomendación HAS especifica que su decisión se toma “sin prejuzgar la opinión del CCNE [Comité consultatif national d’éthique] sobre aspectos éticos y aceptabilidad social”, quien él mismo tuvo cuidado de no regalarlo.
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