En la campaña electoral de 2020, un reportero de la televisión pública británica BBC se declara candidato demócrata, hoy presidente de Estados Unidos, y le pidió unas declaraciones. “¿La BBC? ¡Sé irlandés!exclamó Joe Biden, con aire como de alguien que dejaba escapar algo que le salía del alma.
Y así es. En un país con más de 36 millones de habitantes ancestrales en la Pequeña Isla Atlántica, Biden se ha ganado el puesto de presidente más irlandés de la historia.
Tenia competencia para ello. Donald Trump también tiene ascendencia irlandesa entre sus raíces alemanas y escocesas. Barack Obama las tenía por parte de madre, y en una visitó a la isla en 2011 bromeó con que sus apellidos deberían haber sido O’Bama, al estilo irlandés. En la campaña de reñida de 2008 hubo una canción humorística que circuló por internet titulada “No hay nadie más irlandés que Barack Obama”.
Pero Biden es, desde John Kennedy, el primer presidente irlandés y católico en ocupar el Despacho Oval. Y visitó ahora el país de sus ancestros, como hizo Kennedy en junio de 1963, a cinco meses de ser asesinado durante un viaje a Dallas.
Biden ha aterrizado en Belfast (Irlanda del Norte) con toda la fuerza de saber que trae de Washington un mensaje verdaderamente bipartidista, en unos tiempos de tanta división: apoyo unánime al acuerdo de paz que puso fin a décadas de violencia sectaria, del que se acumulada durante 25 años.
Después, el presidente viajará a la República de Irlanda para escalar en Dublin, el condado de Louth y el condado de Mayo, de donde son sus ancestros y donde visitará un centro de estudios genealógicos.
Muy lejos han llegado los descendientes de los primeros inmigrantes irlandeses a principios del siglo XIX, cuando cruzaron el Atlántico buscando prosperidad. Como los italianos, fueron discriminados, vistos como invasores católicos, subversivos por ser más leales al Papa que a su nueva patria.
Esos eran los argumentos de los primeros panfletos del Ku Klux Klanun grupo intolerante y homicida que se formó para perseguir a las personas de raza negra, liberadas a penas de un régimen de esclavitud primero y después de la discriminación, y otras minoritarias.
Biden es consciente de su persecución tanto en EE.UU. como antes, en Gran Bretaña. En un discurso pronunciado en una visita a Jerusalén el año pasado, dijo: “Mi origen y el de mi familia es irlandés, y tenemos una larga historiano muy distinto de la del pueblo palestino, con Gran Bretaña y su actitud hacia los irlandeses católicos a lo largo de los años, pendiente 400 años”.
Eso explica mucho de la física de Biden. Sus libros suelen estar plagados de dichos irlandeses. En el último, “Prométéme, papá”, escribe: “No saber que en algún momento la vida te va a derribar es no pretender el componente irlandés que tiene la vida”.
A diferencia de Kennedy, Biden es muy devoto y acude a misa cada semana, bien el sábado por la tarde o el domingo por la mañana. Cada miércoles de ceniza aparece en la Casa Blanca, sea cuando era vicepresidente o ahora, con la marca de la cruz sobre la frente. Cita su fe a menudo, se refiere a Dios y al Catecismo al explicar decisiones, reza abundantemente. Es la forja de vivir nacido en Scranton, una localidad de clase trabajadora de Pensilvania conocida como la pequeña Irlanda, por la cantidad de familias con ancestros en la isla.
El apego espiritual de Biden en Irlanda es una parte central de su personalidad. A quien el pregunte, desde sus años en el Senado, se presentó como el humilde Tataranieto de la familia Blewitts, del condado de Mayo, y de la familia Finnegans, del condado de Louth, los que visitará en este viaje, que acaba el viernes .
Tal es su amor por Irlanda que ha optado por acudir a la isla ahora, como visita única, en lugar de visitar también Londres el mes que viene para la coronación del Rey Carlos III. Yeso que el mes pasado, el día de San Patricio, patrón de Irlanda, invitó a la Casa Blanca al presidente de este país, Leo Varadkar, a una recepción. Jill Biden representó a su esposo en Londres en la coronación.