Una madre en el supermercado le decia a su pequeño de no mas de tres años: «¡No sea llorón, no sea llorón!» y sufrieron el tono de su sostenido cada vez más enérgico, en categoría de reproche.
Este niño quizás de adulto sufra gastritis, bronquitis, o alguna otra itis (inflamación) porque aprendió que las emociones se controlan y no fluyen.
«Llorar está mal» le enseña su madre desde el enojo y ese aprendizaje costará después de sesiones y sesiones de terapia desafiando los mandatos maternos.
En los primeros años de vida las palabras de los adultos no son contradichas.
Recuerdo haber estado con mi hijo menor, en aquel momento 5 años, cruzando la calle. Pasó un auto muy cerca de nuestro, no lo había visto.
Lo miré, me dijo «Yo lo vi papito, pero estoy con vos, y si vos cruzás está bien». Me dio escalofríos y confirm, tomé conciencia, del peso que tiene nuestra mirada para los hijos.
No aprendemos de niños a gestionar nuestras emociones.
Todos sabemos que si tenemos un fuerte dolor de oídos debemos consultar a un otorrinolaringólogo, si las muelas al odontólogo, si dolor en el pecho de grandes al cardiologo.
Pero no estamos preparados ni educados para intentar y detectar en qué momento es preciso consultar a un psicólogocuándo debemos recurrir a una ayuda profesional en lo que a nuestro estado anímico se refiere.
Pandemia de problemas de salud mental
Los conflictos de pareja, cuadros depresivos, trastornos de ansiedad, irritabilidad en adolescentes, conflictos familiares, el miedo al contacto con el otro, todo se puso «un poco peor».
¿Qué mecanismos operaron para que esto sucediera?
en el caso de la parejas: el encierro obligado tiene un tiempo prolongado de interacción que difiere mucho de la cotidianeidad habitual. «¿Quién es usted señor, quién es usted señora? Parecían decirse muchas parejas.
El cambio de la rutina, la obligatoriedad del contacto fue el detonante de la desarrollo de la crisis de muchas parejas en el mundo. Siempre repito que no podemos echarle la culpa al COVID-19, la pandemia puso sobre la mesa lo que ya preexistía y lo que el trajín de la rutina maquillaba.
Los adolescentes, en tanto, fueron una de las poblaciones más castigadas por el contexto epidemiológico. Esta generación de jóvenes es hija de una generación de padres y madres amorosamente tibios.
Umbral de frustración cero, capacidad de responsabilidad bajísima y lo mismo en lo que respeta a la gestión en las decisiones. El confinamiento fue a prueba de adultos sobreprotectores. Nada había por hacer para aliviar el impacto de las medidas de cuidado pandémico.
El día a día se convirtió en una convivencia forzada con padres y hermanos. Semanas y meses sin ver a sus pares: amigos, parejas, fiestas y rituales de crecimiento quedaron en pausa por la coyuntura.
Adolescentes encerrados en las pantallas, aumento de la ideación suicidatrastornos depresivos y cuadros de diversa índole (fobias, somatizaciones, estrés y demás).
Como consecuencia de todo esto crecieron de manera exponencial las consultas en el área de salud mental y yo porque es necesario y prudente poder dar criterios de los momentos en los que es preciso realizar una consulta profesional.
Es preferible que sobre una consulta a que falte: nuestra mente da señales, nuestro cuerpo también lo hace. Somos una unidad, lo anímico replica en lo orgánico y viceversa.
Y aquí aplico el sentido común: toda situación que escapa a nuestro control y nos genera un perjuicio prolongado en el tiempo amerita una consulta profesional.
Aplicación a situaciones de toda índole:
✓Dificultades en un vínculo central para nosotros (pareja/familia/trabajo) que no podemos gestionar con las herramientas de las que disponemos. Algunos ejemplos: crisis de pareja, dificultades sostenidas en los vínculos con nuestros hijos (in lo que a la comunicación, puesta de límites y disfrute compartido se refiere), agotamiento.
✓Trastornos psicosomáticos que pueden tener un «gatillo» emocional («brotes» dermatológicos, intestino irritable, broncoespasmos de aparición en la infancia, etc.)
✓ Trastornos de ansiedad, miedos que se instalan más allá de lo razonable, limitaciones en el ámbito social.
✓ Cuadros de estrés agudo (cuando las demandas del afuera o el adentro superan los recursos existentes para afrontarlos)
✓ Trastornos de la conducta alimentaria (en menores y mayores)
Escribiendo esta nota me doy cuenta que la lista sera interminable.
Pero más allá de los ejemplos dados, quiero dar algunas pautas que engloban creo cualquier situación a nivel psi que podamos experimentar.
1-Dolor psíquico
No hay ningún motivo por el cual soportar un dolor psíquico más allá del tiempo que creamos prudente para intentar resolverlo por nuestros propios medios. Podemos pensar que si tomamos a tiempo las señales que nuestro cuerpo y nuestra mente nos da, sería el equivalente a llegar a tiempo a una consulta odontológica.
si ya el dolor avance es muy posible que se pierda la pieza dental. Si frenamos un tiempo y la consulta llega en el momento en el que vemos que no alcanza con los analgésicos que tenemos a mano para el alivio, será todo mucho más sencillo. Lo mismo se aplica al padecimiento psiquico.
2-Síntomas que organizan la vida
Cuando cualquier síntoma comienza a organizarnos nuestra vida y toma el control es señal de alerta. Si somos cuidadosos a la hora de dejar la casa está muy bien, pero si tenemos que volver siete veces por miedo a dejar la puerta abierta, eso se lama Indice (trastorno obsesivo compulsivo).
Si una situación que nuestro entrestece nuestro quita las ganas de ir a una fiesta a la que estamos invitados, puede no ser más que una cuestión puntual. Pero si la tristeza toma el mando de forma permanente en nuestro cotidiano entonces quizás estemos entrar en un estado depresivo. Y así podría seguir con los ejemplos en forma extensa.
3-Orientación para un Familiar
Cuando estamos en presencia de un ser querido muy cercano (padres/hijos/pareja) que está atravesando una situación de mucho dolor, quizás podamos realizar una consulta de orientación para ver de qué manera acompañar.
La ansiedad no suele ser un buen patrón para este tipo de situaciones y la mirada profesional puede ordenar las cosas.
En los casos de patologías adictivas la primera consulta que da lugar más adelante al tratamiento solo ser el de un familiar cercano que, preocupo, se acerca al consultorio.
4-Sentir asco en la zona de conflicto
A menudo el conflicto está instalado y es zona de confort de quien lo padece. El punto de quiebre es sentir un disgusto lo suficiente como para decidir dejar de sufrir a través del pedido de ayuda.
5-Cuando los pensamientos angustiantes e intrusivos son capitanes de nuestro día a día
La rumiación, el insomnio, la impaciencia y otras manifestaciones anímicas son motivo para poner balizas y parar suficiente al costado del camino para oír, a través de un pedido de ayuda, que nos sucede.
Se trata de dejar de ser espectadores de nuestras vidas y pasar a ser protagonistas, se trata de renunciar a la idea de sufrir en silencio, que es una mala manera de sufrir. Hacer terapia es un acto de amor propio cuando sea necesario. Así de sencillo, así de complejo.
*alejandro schujman es psicóloga especializada en familias. Autor de No huyo, solo vuelo: El arte de soltar a los hijos, Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres. Dirige, coordina y supervisa la @redasistencialpsi.